viernes, 29 de junio de 2018

Mermelada casera de Fresa: placer para los sentidos

No voy a vender la moto de que la mermelada casera es "como comer fruta", pero si eres de los que untas el pan con mermelada merece la pena que pierdas media hora en elaborar tu propia mermelada en casa. Si alguna vez te has parado delante del stand de las mermeladas en el súper y has curioseado  los ingredientes, sabrás que es difícil encontrar productos en los que la cantidad de fruta supere al menos en un 10% a la de azúcar, y que dependiendo del precio podemos comprar mermeladas decentes que deslicen sobre el pan o masas gelatinosas que cuesta trabajo separar del cuchillo.
Lo de hacer mermelada en casa no es algo que me haya ocupado mucho tiempo ya que siempre lo he asociado a tareas que se hacen en familia, en espacios grandes y en grandes cantidades, pero cuando me he encontrado desbordada por manzanas, tomates o melocotones siempre he visto en las mermeladas una  buena vía de aprovechamiento. En este caso reconozco que he comprado las fresas por el puro capricho de hacer mermelada. En este último mes están mejor de precio y buenísimas de sabor, así que el resultado ha sido fantástico.

 

La consistencia melosa de la mermelada se consigue al mezclarse el azúcar con la pectina de la fruta, pero aprovechando que lo hago en casa, procuro que el azúcar ronde el 30%, de forma de conseguir un producto más saludable que el comprado pero sin perder textura. La pectina es una fibra que se encuentra en las paredes celulares de las plantas, con altas concentraciones en la piel y huesos de las frutas. Las fresas no son frutas con grandes cantidades de pectina, así que el resultado de mi mermelada ha sido más líquido que si le hubiera añadido pectina en polvo o más azúcar, pero lo suficientemente ligado para mantener la esencia dulzona y agradable de la mermelada. Todos los ingredientes han sido (por importancia y por cantidades) fruta, azúcar y zumo de limón. ¿Por qué limón? El ph ácido del zumo favorece la activación de la pectina y la formación del líquido gelatinoso, consiguiendo una textura emulsionada y agradable no sólo en el aspecto sino en la degustación. Asi que ¡al lío!

QUE NECESITO
  • 1.000g de fresas
  • 300g de azúcar
  • el zumo de un limón
  • Tarros y tapas de vidrio adecuadamente esterilizados (limpios y secos)

Sencillo  ¿no?. Estos son cantidades de partida, para una mermelada con el 70% de fruta. Como azúcar he utilizado blanca y panela, aunque puedes utilizarla del tipo que quieras (sólo le aporta glucosa, jaja). Y para que te hagas una idea, con estas cantidades podrías llenar tres tarros medianos, que en el caso de no consumir en los próximos días habría que procesar térmicamente para conservar más tiempo.

CÓMO LO HAGO
  • En primer lugar lavamos bien en agua las fresas sin cortar el rabito para que no absorban agua. Las escurrimos bien, quitamos las hojitas verdes, las cortamos en trozos y las ponemos en un bol.
  • Añadimos el azúcar y el zumo de limón al bol y lo dejamos macerar durante un par de horas para que se integren los tres ingredientes
  • Una vez reposada la mezcla las ponemos en una cazuela a fuego fuerte hasta que empiece a hervir y en ese momento reducimos a fuego suave.
  • Vamos removiendo de vez en cuando, observando como la mezcla comienza a ser brillante. Si te gusta comerla con trozos, será suficiente con dejarla al fuego entre 25-30 minutos. Si prefieres una textura más fina, bate la mezcla tras 15-20 minutos de cocción y déjala unos 10 minutos más al fuego.


  • Vierte la mezcla en los tarros limpios hasta llenarlos, cierra bien la tapa y voltéalos con la tapa hacia abajo para favorecer el vacío en el interior del tarro. Para asegurarnos este estado, pon los tarros en una cazuela con agua suficiente para cubrirlos, lleva a ebullición y deja hervir (bajando el fuego si hace falta) durante 20 minutos.
  • Saca con cuidado los tarros del agua, o espera a que se enfríe, y decide tu mismo o misma el momento de degustar tu obra maestra. La conservación sin abrir es de meses, aunque es preferible que sea inferior a un año. Una vez abierto, mejor consumirlo en un plazo corto de días, ya que al reducir el azúcar, disminuimos también la conservación aunque sea en frío. 


¡Ya sólo queda disfrutar de tu mermelada favorita!

Hasta pronto!!

Maritxu

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